El director técnico se presentó ante los hombres de empresa (1140 ejecutivos) con una sentencia que recibió una aprobación silenciosa, pero evidente en los gestos del auditorio: "Manejar grupos argentinos es bastante difícil. Cuando empecé a dirigir en la Argentina estaba preocupado, porque el argentino cuestiona todo".
Intuitivo como es, Carlos Bianchi, entrenador de Boca, de 54 años, buscó los puntos coincidentes entre el fútbol y el management. Habló de liderazgo, de triunfo, de derrota, de competencia, de conducción. Fue durante una larga charla organizada por la compañía de capitales brasileños Petrobras, en el teatro Lola Membrives, a la que asistieron 1140 ejecutivos de empresas como Aerolíneas Argentinas, Repsol YPF, Honda, Shell y Freddo, entre otras.
"¿Me puedo sentar? Siempre me la paso parado. Esto me pone más nervioso que un partido de fútbol", dijo ante las miradas de los brasileños Alberto Guimaraes, director general de Petrobras, y José Cosenza, presidente de la firma en la Argentina.
Pero cualquiera que repase el desempeño de Bianchi en la Copa Libertadores sabe que no existe entorno brasileño capaz de inhibirlo. Escuchaba también el argentino Oscar Vicente, director de la compañía e hincha y socio de Boca.
Varios ejecutivos transmitieron sus inquietudes. ¿Qué preguntarle, en tiempos de crisis económica y cuentas que no cierran, al triunfador indiscutido, a quien logró 14 éxitos contundentes y casi ningún fracaso en muy pocos años? Ese fue, pues, el tema preponderante: el éxito.
"Es más difícil prepararse para lo bueno que para lo malo -dijo Bianchi-. Uno, cuando está en el éxito, se confunde, porque cree que llegó. Por eso, lo más difícil es confirmar un logro. Si uno no conserva la misma ambición siempre... La derrota, en cambio, es fácil: hay que trabajar el doble."
Simpatizante de River de chico, Bianchi se define hoy como hincha de Boca por una cuestión de profesionalismo. Dice que hay que ponerse, siempre, la camiseta del lugar de trabajo. Fue también, entonces, hincha de Vélez y de Roma, de Italia.
La misión del líder
El liderazgo fue otro de los puntos de encuentro entre la pelota y la empresa. Hay líderes positivos y líderes negativos, afirma el DT. A los negativos, hay que tratar de convertirlos en líderes pasivos, esa clase de conductores que son respetados por sus condiciones y que no entorpecen las cosas. "Pero lo de la manzana podrida es cierto. Y hay veces que hay que tomar una determinación", aclara.
Porque hay algo muy claro en la visión que Bianchi tiene del mundo: quien manda es el jefe, y es también el principal responsable si las cosas salen mal. "Si los obreros se relajan es porque el patrón se relajó. El que dirige es el que tiene que ir adelante. Yo conocí un presidente de un laboratorio que llegaba a las 7, porque los empleados llegaban a las 8." Por si no había quedado claro, recordó una anécdota de sus años en Vélez. El 10 de febrero de 1994, el conjunto de Liniers empataba 0 a 0 con Deportivo Español en el estadio José Amalfitani. En el minuto 90, Vélez tuvo un tiro libre en la media luna del área. El encargado de patear era el capitán, Roberto Trotta. Pero Bianchi supuso que era para un zurdo y le gritó al arquero José Luis Chilavert -que jamás había convertido un gol de tiro libre hasta entonces- que intentara. Fue gol, golazo, pero Trotta no lo gritó.
Minutos después, el DT le dijo a su asistente, Carlos Ischia, que no dejara entrar a nadie en el vestuario, y reprendió a los gritos a Trotta, que le contestó: "El único que me levanta la voz así es mi padre". El técnico concluyó: "Sí, pero acá no está tu padre y el patrón soy yo".
Dos años después, recibió la oferta de dirigir Roma y fue Trotta uno de sus primeros convocados al equipo italiano. Porque, en el universo de Bianchi, también está prohibido ser rencoroso.
(*) Por Francisco Olivera. De la Redacción de LA NACION.
Intuitivo como es, Carlos Bianchi, entrenador de Boca, de 54 años, buscó los puntos coincidentes entre el fútbol y el management. Habló de liderazgo, de triunfo, de derrota, de competencia, de conducción. Fue durante una larga charla organizada por la compañía de capitales brasileños Petrobras, en el teatro Lola Membrives, a la que asistieron 1140 ejecutivos de empresas como Aerolíneas Argentinas, Repsol YPF, Honda, Shell y Freddo, entre otras.
"¿Me puedo sentar? Siempre me la paso parado. Esto me pone más nervioso que un partido de fútbol", dijo ante las miradas de los brasileños Alberto Guimaraes, director general de Petrobras, y José Cosenza, presidente de la firma en la Argentina.
Pero cualquiera que repase el desempeño de Bianchi en la Copa Libertadores sabe que no existe entorno brasileño capaz de inhibirlo. Escuchaba también el argentino Oscar Vicente, director de la compañía e hincha y socio de Boca.
Varios ejecutivos transmitieron sus inquietudes. ¿Qué preguntarle, en tiempos de crisis económica y cuentas que no cierran, al triunfador indiscutido, a quien logró 14 éxitos contundentes y casi ningún fracaso en muy pocos años? Ese fue, pues, el tema preponderante: el éxito.
"Es más difícil prepararse para lo bueno que para lo malo -dijo Bianchi-. Uno, cuando está en el éxito, se confunde, porque cree que llegó. Por eso, lo más difícil es confirmar un logro. Si uno no conserva la misma ambición siempre... La derrota, en cambio, es fácil: hay que trabajar el doble."
Simpatizante de River de chico, Bianchi se define hoy como hincha de Boca por una cuestión de profesionalismo. Dice que hay que ponerse, siempre, la camiseta del lugar de trabajo. Fue también, entonces, hincha de Vélez y de Roma, de Italia.
La misión del líder
El liderazgo fue otro de los puntos de encuentro entre la pelota y la empresa. Hay líderes positivos y líderes negativos, afirma el DT. A los negativos, hay que tratar de convertirlos en líderes pasivos, esa clase de conductores que son respetados por sus condiciones y que no entorpecen las cosas. "Pero lo de la manzana podrida es cierto. Y hay veces que hay que tomar una determinación", aclara.
Porque hay algo muy claro en la visión que Bianchi tiene del mundo: quien manda es el jefe, y es también el principal responsable si las cosas salen mal. "Si los obreros se relajan es porque el patrón se relajó. El que dirige es el que tiene que ir adelante. Yo conocí un presidente de un laboratorio que llegaba a las 7, porque los empleados llegaban a las 8." Por si no había quedado claro, recordó una anécdota de sus años en Vélez. El 10 de febrero de 1994, el conjunto de Liniers empataba 0 a 0 con Deportivo Español en el estadio José Amalfitani. En el minuto 90, Vélez tuvo un tiro libre en la media luna del área. El encargado de patear era el capitán, Roberto Trotta. Pero Bianchi supuso que era para un zurdo y le gritó al arquero José Luis Chilavert -que jamás había convertido un gol de tiro libre hasta entonces- que intentara. Fue gol, golazo, pero Trotta no lo gritó.
Minutos después, el DT le dijo a su asistente, Carlos Ischia, que no dejara entrar a nadie en el vestuario, y reprendió a los gritos a Trotta, que le contestó: "El único que me levanta la voz así es mi padre". El técnico concluyó: "Sí, pero acá no está tu padre y el patrón soy yo".
Dos años después, recibió la oferta de dirigir Roma y fue Trotta uno de sus primeros convocados al equipo italiano. Porque, en el universo de Bianchi, también está prohibido ser rencoroso.
(*) Por Francisco Olivera. De la Redacción de LA NACION.
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