Aun
a los que el fútbol los tiene sin cuidado saben que Diego Simeone es un
argentino ganador. A sus 46 años está construyendo una leyenda que, salvando
distancias, recuerda al ilustre Jorge Luis Borges, quien llegó a definir como
una “tradición sueca” no otorgarle el Nobel. Las hazañas del Cholo bien merecen
que de una buena vez la FIFA lo premie en la fiesta del Balón de Oro. Por ahora
es otra tradición a la sueca dejarlo con las manos vacías.
Ha
ganado cinco títulos como entrenador del Atlético y es el único de la liga
española que se ha mantenido sin cambiar de equipo. ¿Simeone es un argentino
atípico o es otro tipo de argentino? Basó su carrera en pilares que no son los
que más nos caracterizan: la humildad, el esfuerzo, el trabajo, la solidaridad.
Y siempre el equipo por encima de sus integrantes.
Al
contrario de los que parten de que somos los mejores del mundo, Simeone hace
que sus equipos nunca partan de esa premisa. Son mejores los otros y hace falta
un enorme sacrificio para emparejarlos y superarlos.
Hizo
al Madrid a su imagen y semejanza y ese equipo sin grandes estrellas y
resignado a no salir campeón juega hoy de igual a igual con los mejores y a
veces, muchas veces, les gana. Ayer perdió frente al Real por penales. Pero la
derrota no lo cambia a él ni cambia las cosas.
La
receta del Cholo es transpirar. Todos deben ofrecer su sudor. Es el Churchill
argentino, dice el periodista inglés John Carlin. Exige trabajo duro. Con
triunfo o derrota demanda seguir haciendo lo mismo. Sabe que el que duerme en
los laureles pierde. Dice que a la guerra la ganan los que utilizan mejor a sus
soldados, no los que tienen los mejores soldados. La frase está por la mitad:
no necesita decir que gana el que utiliza mejor a los mejores. No se exculpa si
pierde. No tiene o no abusa de esa costumbre tan nacional.
Tampoco
se conforma nunca. Siempre quiere aprender y compite pasionalmente. Tanto que
por ganar retó a sus jugadores porque no lo “cortaban a Messi” y fue suspendido
por hacer que un alcanzapelotas interrumpiera un ataque del Málaga arrojando un
balón a la cancha. Es un líder capaz de convencer a los superprofesionales que
conduce al punto de poder reemplazarlos sin resentir al equipo. En la lección
de Simeone no hay soluciones mágicas, no hay líderes iluminados. Tenemos
bastante para mirar en él y aprender. (Y no premiarlo debería dejar de ser una
tradición suiza).
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